A pesar del fracaso de su estreno y que prácticamente terminó con la vida de Bizet, Carmen se ha convertido, desde el último cuarto del siglo xix, en una de las óperas más queridas por el público de todo el mundo. Sobre el relato homónimo de Prosper Merimée, el compositor francés convirtió a la gitana cigarrera en un personaje inmortal por su libertad indómita, marcada por la fatalidad. Con este título, el director escénico Calixto Bieito debutó en el mundo de la ópera, en el marco de un ya lejano Festival de Peralada de 1999 meses antes de la reapertura del Liceu y con un montaje que después se ha repuesto en varios teatros nacionales (incluido el Liceu) e internacionales. La acción se ubica en el norte de África, en el marco de una de las últimas colonias españolas, en la que el sudor de la vida y la sangre de la muerte corren hacia un fatal y mutuo encuentro.